¿Qué nos dicen las primeras palabras de Jesús?
- Pastor David Saldivar
- 1 may 2023
- 4 Min. de lectura

Texto: Lucas 2:41-52
¿Sabes cuáles fueron las primeras palabras de Jesús documentadas en los evangelios?
Las primeras palabras de Jesús documentadas en las Escrituras nos dicen mucho acerca del propósito de su existencia e identidad. Lucas 2:41-52 relatan la historia cuando José y María perdieron a Jesús cuando regresaban de haber celebrado la Pascua. Confiados que Jesús se encontraba con sus tíos y primos, de repente le echaron de menos y entonces comenzó la travesía de su angustiante búsqueda. Era común que personas de ciertas regiones se organizaran en caravanas para subir a Jerusalén a celebrar las Fiestas de Peregrinaje. De esta manera, el grupo se apoyaba con la comida, cuidado de los niños, y las masas proveían protección para el camino. Jesús tenía doce años. Es muy probable que alguna ambigüedad en la comunicación entre los adultos haya provocado la confusión; de hecho, las palabras de Jesús nos dan luz a esto. Cuando finalmente se percatan que Jesús no estaba en el grupo, sus padres regresaron rápidamente a Jerusalén para buscarlo. Después de tres días lo encontraron en el templo. Jesús estaba muy campante sentado en medio de los doctores de la ley, teniendo un diálogo de las Escrituras que generaba intriga y sorpresa entre los eruditos. Entre alivio, sorpresa, y un tanto de indignación, María le reclama diciéndole, “Hijo, ¿Por qué nos has hecho esto? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia” (Lucas 2:48). Notemos que Jesús es aparentemente rápido en corregir a su madre, y le dice: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabías que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (Lucas 2:49). Podemos interpretar y recrear este texto de muchas maneras. Es posible que nos imaginemos un tono correctivo de parte de Jesús a sus padres, o podemos imaginarnos un tono lleno de autoridad, después de todo, Jesús era el Hijo de Dios. Pero la pregunta sigue en el aire, ¿está Jesús desafiando el cuestionamiento de su madre terrenal? O, ¿está simplemente hablando lo que para él era algo natural y definido en su vida? Consideremos lo siguiente, para estas instancias, María había recibido 4 distintos testimonios de quien habría de ser Jesús. Primera ocasión, cuando el ángel le anunció que iba a dar a luz un hijo que sería “grande…y llamado Hijo del Altísimo…” (Lucas 1:32). Segunda ocasión, la salutación de su prima Elisabet cuando María la visitó ya embarazada, y Juan el Bautista, de seis meses de gestación, dio un brinco profético en el vientre de su madre que impulsó a Elisabeth a exclamar a gran voz, “¿Por qué me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lucas 1:43). Tercera ocasión, cuando los pastores fueron a María y a José a anunciarles todo lo que los ángeles les habían dicho de Jesús (Lucas 2:16-17). Cuarta ocasión, el testimonio de Simeón y Ana cuando en la presentación de Jesús en el templo (Lucas 2:33). A través de los años, es muy probable que María le haya participado de estos sucesos a Jesús, eso, junto con su comunión personal con el Padre, tuvo que ir dando forma a su propósito e identidad. Yo personalmente creo que pasó lo siguiente en el intercambio de Jesús y sus padres. Ya que los hombres viajaban más rápido, y también podían verse ocupados atendiendo asuntos de negocios y compras en un centro tan importante como Jerusalén, era común que las mujeres, personas de edad y los niños se adelantaran a viajar antes que los hombres para después encontrarse en el camino. Jesús tuvo que haber tenido una conversación con su madre María acerca de atender algunos asuntos de su Padre, el problema es que no se aclaró de a que padre se refería. Entonces Jesús recibe el permiso de su madre de atender los negocios de su padre. Probablemente María no corrobora el dato con su esposo. José pensando que Jesús está con María en la caravana que empieza adelantarse, y María piensa que Jesús está ayudando a su padre José a atender algunos negocios en la ciudad de Jerusalén, Jesús con todas las de la ley, se va a atender los negocios de su Padre celestial. Por eso cuando María lo cuestiona, Jesús simplemente le dice, ¿por qué me buscabais? Es como si le dijera, “tu sabías donde iba a estar y que estaba haciendo”. Ahora, las palabras de Jesús no solamente nos aclaran el contexto sino también nos dicen algo muy poderoso. Para Jesús era una necesidad estar en los asuntos de su Padre celestial. Es muy distinto decir quiero tomar un vaso de agua porque tengo algo de sed, a decir, tengo que beber un vaso de agua porque me estoy muriendo de sed. La necesidad en esta ocasión fue establecida por comisión divina pero también por la absoluta devoción de Jesús a los asuntos de su Padre. Jesús estaba completamente convencido del propósito de su existencia, su identidad y misión porque el Padre le había participado los objetivos y la agenda redentora. No era una obligación religiosa, la consagración de Jesús nació de la identidad que tenía con su Padre. Para aquellos que hemos recibido un llamado de Dios, sabemos lo que es hacer algo por identidad y consagración a Aquel que nos llamó y nos consideró dignos de coparticipar con Él en sus negocios. No lo hacemos por preferencia, ni por conveniencia, ni porque sea popular, ni porque haya garantía de éxito, sino lo hacemos porque nos es necesario estar en los asuntos de nuestro Padre. También podemos ver que esta revelación y misión personal puede crear una tensión social, particularmente con aquellos que están cerca de nosotros y no tienen la misma perspectiva o experiencia con el llamado de Dios. Ante esto, nos queda seguir sometiéndonos a los tiempos y formas de Dios. Como lo hizo Jesús, él “regresó con sus padres a Nazaret, y vivió en obediencia a ellos…” (Lucas 2:51). Jesús no solamente se dedicó a obedecer a sus autoridades terrenales, sino también se dedicó a crecer en el propósito de Dios para su vida, “Jesús crecía en sabiduría, estatura, en el favor de Dios y de toda la gente” (Lucas 2:52).
Aplicación:
1. Desarrollemos una necesidad de estar y participar en los negocios de nuestro Padre.
2. Entendamos la tensión social de lo que provoca servir a Dios.
3. Sometámonos a las formas y tiempos de Dios.
4. Seamos diligentes a crecer en forma integral en los propósitos de Dios para nuestra vida.
En el Nombre de Jesús, amén.
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